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La Pascua del Señor en tiempos de pandemia

El Pbr. Ronald Fallas, nos comparte un mensaje de vivir la Pascua en Tiempos de Covid

Con vivo sentido y fe, mezclado con un poco de nostalgia, tenemos aún muy presente el maravilloso momento que vivimos junto al papa Francisco a través de los medios de comunicación: la bendición urbi et orbi extraordinaria con ocasión de la pandemia que azota al mundo entero. En esta ocasión y entre todos los riquísimos elementos utilizados por el Santo Padre para la realización de este rito extraordinario, junto a los significativos signos del Cristo de San Marcelo y el ícono de la Salus Populi Romani, quiero destacar el Evangelio que nos compartía el papa Francisco, un evangelio muy conocido, pero que en estos días se vuelve más significativo. Me refiero al pasaje de Jesús con sus discípulos en la barca en medio de la tempestad. Vaya que esta página del Evangelio tiene mucho que decirnos también, como el acontecimiento mismo unido al rito realizado por Su Santidad. 

Quisiera que otro texto evangélico nos ilumine y nos ayude a comprender desde el designio divino la situación de pandemia que nos inquieta a todos, que nos llegó en tiempo de Cuaresma, haciendo de este tiempo una "cuarentena" aún más significativa, y que aún presente en el mundo, se nos une a este santo tiempo de Pascua que recién hemos iniciado con gran gozo y esperanza. Ese texto es el Evangelio de los discípulos de Emaús.

El hermoso relato de la experiencia que tuvieron los dos discípulos, uno de ellos llamado Cleofás, que por la tarde del Domingo de Resurrección dejaban Jerusalén y regresaban al pueblo de Emaús, lo hemos escuchado y compartido muchas veces, pero al igual que el Evangelio de la barca en medio de la tormenta, este texto toma un mayor relevo en nuestros días y nos dice mucho más de lo que en otras Pascuas nos ha dicho.

Las circunstancias de pandemia, como una oscuridad que se cierne sobre el mundo entero, han traído consigo el desánimo, la frustración, la impotencia e incluso la falta de fe y la incapacidad de confiar más plenamente en Dios, sentimientos y situaciones que confunden aún más la compleja realidad de la sociedad que hemos venido viviendo.

El Evangelista nos dice que aquellos dos discípulos iban de Jerusalén hacia Emaús. No se trata sólo de un recorrido, de ir de un punto a otro, de lo contrario sería solo un traslado. Ellos han dejado la comunidad cristiana reunida en Jerusalén y se han regresado a su pueblo, Emaús. Ya no hay nada que hacer en Jerusalén, todas sus esperanzas se han desvanecido, triste realidad de millones de personas ahora mismo. Les ha ganado el desánimo y la desesperanza. Todo ha perdido sentido porque aquél en quien habían puesto todas sus esperanzas ahora está muerto. Interesante situación; mientras unos están hoy viviendo más plenamente su fe y la han visto fortalecida, muchos otros simplemente se han regresado a su Emaús.

¿Y qué decir de la comunidad creyente que aún está en Jerusalén? Siguen allí, pero están encerrados, temerosos, están desorientados porque el Maestro ya no está. El desánimo que se hace compañero del camino hacia Emaús, también está presente entre aquellos discípulos que tienen miedo de morir, así como ha muerto el Señor. ¿Nos identificamos con este confinamiento, entre temores y dudas? Claro, somos millones de personas alrededor del mundo guardando cuarentena según lo han solicitado nuestras autoridades de salud. 

Ambos ambientes, el camino a Emaús y la comunidad reunida, son bastante pesados, como pesada es la realidad que estamos viviendo. Qué carga más pesada y ¿hasta cuándo durará esta situación? Bueno, eso no lo sabemos. De lo que sí tenemos firme certeza es que Cristo ha resucitado y vive entre nosotros. En medio de la pandemia, vivimos la Pascua del Señor resucitado.

Cristo vence el pecado y la muerte, sale victorioso, el sepulcro no lo retuvo. Ese sepulcro que deja el Señor, es el lugar donde hemos de confinar todos esos sentimientos de frustración, desánimo y desesperanza, de duda y de temor. Cristo ha vencido, el triunfo sobre la muerte y el pecado es Él mismo. Y nos hace partícipes de su triunfo y de su gloria, particularmente en estos tiempos por demás difíciles.

Pero, consideremos lo siguiente. Los discípulos de Emaús no reconocieron al Señor sino hasta el final de la jornada, cuando Jesús Resucitado se sienta con ellos a la mesa y parte el pan. Los discípulos reunidos en Jerusalén creen ver a un fantasma y luego creen que Él es. Jesús Resucitado está ahí con ellos, no los ha abandonado y se presente ante ellos para animarles en la fe, la esperanza y la caridad. Entonces creen y se hacen testigos de la resurrección y anunciadores de vida donde sólo había muerte y oscuridad.

Hoy tenemos mucho que experimentar respecto es estos encuentros y experiencias de Cristo Resucitado entre sus discípulos. Él sencillamente está ahí, presente entre su pueblo y quiere seguir manifestando al mundo la gloria de Dios. Sintámosle y llevémosle a todas estas realidades humanas y sociales que estamos viviendo. Dejemos que Cristo Resucitado venza entre todas las adversidades y brille su luz resplandeciente nuevamente.