Mons. Daniel Francisco Blanco Méndez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San José
Después de haber reflexionado, el domingo anterior, sobre el amor de
Dios, que es revelado por el acontecimiento glorioso de la Cruz de Jesucristo,
que nos perdona y nos salva, la palabra de Dios de este domingo nos invita a
cuestionarnos y, por tanto, a hacer examen de conciencia sobre cómo respondemos
a ese amor de Dios.
El profeta Amós habla al pueblo elegido con una franqueza
extraordinaria. Dice el profeta que el
pueblo se ha olvidado del amor con que Dios los eligió, de la fuerza con la que
los sacó de la esclavitud en Egipto y de la mano paternal que los llevó a una
tierra que mana leche y miel, la Tierra Prometida.
Esa tierra les ha dado riqueza, pero aquellos a quienes Dios les había
encomendado el cuidado del pueblo y que debían hacerlo, al modo de este Dios
amoroso, se olvidaron de eso y lo que hicieron fue acumular riquezas, en lugar
de distribuirla, provocando la pobreza de muchos, incluso, dice el profeta, que
se han aprovechado de los pobres para acumular cada vez más.
El profeta advierte que esta forma de actuar traerá consecuencias al
pueblo elegido, el cual, poco tiempo después, como fruto de este
comportamiento, deberá ir al exilio a Babilonia.
El texto del evangelio presenta a Jesús dando una enseñanza a partir de
una parábola conocida como del administrador injusto. Recibe este nombre, porque este administrador se
ha aprovechado de su puesto para enriquecerse ilícitamente.
Cuando el administrador es descubierto y despedido, hace una última
jugarreta: baja el monto a pagar de los
deudores de su jefe para asegurarse que tendrá quién lo ayude una vez esté
desempleado.
Jesús, desea dejar dos enseñanzas a partir de esta parábola:
·
La
primera enseñanza, de la mano de la primera lectura, consiste en advertirnos
que obtener bienes de forma injusta nunca hará bien al ser humano, ya que provoca
egoísmo y deseo incontrolable de riquezas temporales, que nunca darán la verdadera
felicidad y harán daño al hermano más necesitado. Al respecto nos enseña el papa León XIV: «Al promover el bien común, nuestra
responsabilidad social se basa en el gesto creador de Dios, que a todos da los
bienes de la tierra; y al igual que estos, también los frutos del trabajo del
hombre deben ser accesibles de manera equitativa. Ayudar al pobre es, en
efecto, una cuestión de justicia, antes que de caridad» (13.06.2025).
·
Segundo,
Jesús llama la atención a sus seguidores, sobre una situación particular: aquellos que hacen cosas ilícitas o
contrarias a la moral, parecen ser más astutos que los hijos de le luz. Y por tanto Cristo hace un llamado a que se
busque hacer el bien, ayudar al hermano y anunciar la palabra, con la misma astucia
y el mismo entusiasmo que actúan los que Jesús llama hijos de las tinieblas, para que de esta manera, por nuestro medio,
provoquemos que muchos hagan experiencia de la misericordia del Padre. El papa Francisco nos enseñaba a la luz de
esta parábola «?dice Jesús? podríamos también ser astuto según el Evangelio, estar despiertos
y atentos para discernir la realidad, ser creativos para buscar soluciones
buenas, para nosotros y para los demás [?] Esta es la invitación de Jesús: no
uséis los bienes de este mundo solo para vosotros y para vuestro egoísmo, sino
utilizadlos para generar amistades, para crear relaciones buenas, para actuar
en la caridad, para promover la fraternidad y ejercer el cuidado hacia los más
débiles» (18.09.2022).
En la oración colecta, hemos pedido, cumplir el mandamiento del amor,
que es plenitud de toda la Sagrada Escritura.
Esta sería la respuesta de cada ser humano debe dar ante la experiencia
de la misericordia del Padre que nos ha amado hasta el extremo de entregar a su
propio Hijo por nuestra salvación.
Por tanto, pidamos que el Señor nos dé esta gracia y que respondamos al
amor compasivo del padre de estas dos maneras: dejando de lado nuestros intereses mezquinos
que crean desigualdad y de este modo ser más cercanos al hermano que sufre,
logrando una mayor equidad entre todos los seres humanos. Y buscando, con astucia, los modos de
anunciar esta verdad del evangelio, para que todos los seres humanos conozcan y
experimenten la bondad absoluta de Dios, el Padre misericordioso revelado por
Jesucristo.