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Arzobispo

Caminemos en la unidad y la esperanza

Mons. José Rafael Quirós Quirós, arzobispo metropolitano de San José

En este mes de la patria, nuestro corazón se llena de gratitud y esperanza. La conmemoración de la independencia no es solo una mirada al pasado, sino una oportunidad para renovar nuestro compromiso como hijos de esta tierra bendecida por Dios. Costa Rica, nación que ha elegido la paz, la libertad y el respeto por la dignidad humana como pilares de su convivencia, nos llama a reflexionar sobre la herencia que recibimos y la responsabilidad de proyectarla hacia el futuro.

En este contexto, nuestros símbolos patrios no son simples elementos decorativos. Son signos vivos y, de algún modo, parábolas que nos interpelan sobre quiénes somos, hacia dónde caminamos y qué valores deben seguir guiando nuestra vida común. En ellos se condensan nuestra historia, nuestros principios y nuestras aspiraciones como pueblo.

Por eso, como un llamado a la unidad y al sentido de pertenencia, y con el anhelo de fortalecer la conciencia ciudadana, es necesario volver la mirada a estos símbolos que, más allá de lo cívico, tienen una dimensión espiritual y moral. Nos recuerdan lo que hemos sido y nos inspiran a construir, con responsabilidad y fe, lo que aún podemos llegar a ser.

Comencemos con nuestra Bandera Nacional, que ondea con dignidad en plazas, escuelas, templos y hogares. El azul evoca el cielo que nos cubre, la esperanza que nos impulsa y la perseverancia que ha sostenido al país en momentos difíciles. El blanco representa la paz que anhelamos, la sabiduría que orienta nuestras decisiones y la pureza de los ideales que nos definen. El rojo, profundo y vibrante, simboliza la entrega apasionada, el valor y la sangre derramada por quienes defendieron nuestra soberanía. También representa el amor a la patria y el coraje con que el pueblo costarricense ha enfrentado sus desafíos.

En tiempos marcados por la división, nuestra bandera nos recuerda que solo en la unidad, fundada en el respeto y la solidaridad, podremos sostener la patria que hemos heredado. Tres colores distintos que, juntos, componen un solo símbolo: así también debemos construir una sociedad unida.

Otro signo elocuente es el Escudo Nacional. Los volcanes simbolizan la fuerza y fertilidad de nuestra tierra. Los mares reflejan las riquezas naturales y la apertura al mundo y los barcos mercantes representan a una nación pequeña en territorio, pero grande en dignidad y compromiso, en movimiento, siempre aspirando a lo mejor en todo.

El sol naciente, que ilumina el paisaje, nos recuerda que cada nuevo día es un don de Dios, una oportunidad para seguir adelante con esperanza. Y las siete estrellas simbolizan nuestras provincias: diferentes, pero profundamente unidas en el deseo de armonía, justicia y bienestar. Este escudo no solo adorna; enseña, anima y orienta.

Y, en esta misma propuesta de valores, recordamos al boyero y su carreta, símbolo del trabajo humilde que construyó la identidad costarricense. Generaciones enteras recorrieron caminos transportando alimentos, café y demás productos de la tierra. Hoy, ese símbolo nos habla del valor del trabajo silencioso, del esfuerzo constante que sostiene la vida nacional. Nos recuerda que la dignidad se forja en el servicio, en la entrega cotidiana por el bien común.

Los símbolos patrios, como vemos, son un llamado a vivir con mayor responsabilidad y compromiso. No basta con contemplarlos: debemos encarnarlos en nuestra vida diaria, en nuestras decisiones y en nuestra convivencia.

¡Bendigamos siempre al Señor, por el regalo de nuestra Costa Rica!