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¿Qué es la Lectio Divina?

¿y cómo practicarla?

La Lectio Divina nos ayuda a adquirir un suave y muy vivo amor, y a aprender la supereminente ciencia de Jesucristo.

Esta es una forma antigua de orar con la Palabra de Dios. Según algunos recursos disponibles en la web, el origen de la lectio divina se remonta a los primeros cristianos, especialmente a Orígenes, un teólogo del siglo III que consideraba que el enfoque en Cristo era la clave para interpretar las Escrituras. 

Orígenes fue el primero en utilizar la expresión «Lectio divina» y recomendaba leer la Biblia con atención, constancia y oración. La práctica monástica se estableció por primera vez en el siglo VI por San Benito de Nursia y luego se formalizó como un proceso de cuatro pasos por el monje cartujo Guigo II en el siglo XII. La Lectio Divina se ha mantenido viva a lo largo de los siglos y ha experimentado un renacimiento en el siglo XX gracias a las reformas del Concilio Vaticano II y al apoyo de los Papas.

Pasos para la Lectio Divina:

1LECTURA

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Se lee un pasaje bíblico con atención, tratando de comprender el sentido literal y el contexto histórico y cultural. Se puede repetir la lectura varias veces, subrayando las palabras o frases que más nos llamen la atención.

2MEDITACIÓN


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Se reflexiona sobre el mensaje que Dios nos quiere transmitir a través del texto. Puedes preguntarte: ¿Qué me dice Dios a mí en este pasaje? ¿Qué me enseña sobre su amor, su voluntad, su plan? ¿Qué me pide que cambie, que haga, que deje de hacer?

3ORACIÓN

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Se responde a Dios con palabras de alabanza, acción de gracias, petición o arrepentimiento. Se le expresa lo que sentimos en nuestro corazón, lo que deseamos, lo que necesitamos. Se le pide que nos ayude a vivir según su Palabra.

4CONTEMPLACIÓN

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Se guarda silencio y se deja que Dios nos hable al corazón. Se trata de estar en su presencia, de admirar su belleza, de gozar de su amor. Se puede repetir una palabra o frase del texto que nos haya tocado especialmente.

La Lectio Divina se puede practicar individualmente o en grupo. Lo importante es hacerlo con regularidad, con fe y con amor. Así podremos crecer en nuestra relación con Dios y con los demás.





Fuente: aleteia.org