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Cuarenta años de una visita histórica

Presbítero e historiador Fernando Alberto Vílchez Campos


"El Obispo vestido de blanco" visitó Costa Rica hace cuarenta años. Vino a renovar la esperanza y los anhelos de paz en la convulsa Centroamérica de aquellos años. 

Juan Pablo II (1978-2005) visitó Costa Rica, Nicaragua, Panamá, El Salvador, Guatemala, Honduras, Belice y Haití entre el 2 y el 9 de marzo de 1983. Permaneció en nuestra nación el 2 y 3 de marzo y, desde aquí, visitó Nicaragua y Panamá, los días 4 y 5 respectivamente, regresando a pernoctar. Despidiéndose de nuestro país el 6 de marzo. 

Costa Rica fue la primera nación centroamericana visitada por un Papa. El periodista Danilo Arias Madrigal calificó este hecho como el acontecimiento del siglo. A las 15:21 horas del 2 de marzo comenzó el magno evento. 

El Arzobispo de San José, Mons. Román Arrieta Villalobos, se desempeñaba como Presidente del Secretariado de los Obispos de Centroamérica, por lo que, tuvo un papel protagónico en la preparación y ejecución de la visita. 

Centroamérica se desangraba por serios conflictos armados, que la hacían ser una de las regiones más violentas del mundo. En su saludo a Costa Rica y a las demás naciones al llegar al Aeropuerto, el Papa dijo: Ha resonado con acentos de urgencia en mi espíritu el clamor desgarrador que se eleva desde estas tierras y que invoca la paz, el final de la guerra y de las muertes violentas; que implora reconciliación, desterrando las divisiones y el odio; que anhela una justicia, larga y hasta hoy inútilmente esperada. A Costa Rica la llamó: ?tierra de fecunda historia y amante de la paz. 

El Papa se dirigió al Seminario Central en Paso Ancho, para encontrase con los Obispos de Centroamérica y, luego, descansó en la Nunciatura Apostólica. El 3 de marzo visitó el Hospital Nacional de Niños, donde tuvo un afectuoso encuentro con los niños enfermos. Realizó una visita de cortesía a la Casa Presidencial en Zapote, siendo recibido por el Presidente Luis Alberto Monge Álvarez. 

Presidió la Eucaristía en el Parque Metropolitano La Sabana, primera vez en la historia centroamericana que lo hacía un Papa. En su homilía exhortó a los creyentes a renovar su fidelidad a la Iglesia. Por la tarde se trasladó a la Catedral Metropolitana para encontrase con sacerdotes, religiosos y religiosas, a éstas últimas dirigió su mensaje. De allí pasó al Estadio Nacional para el encuentro con los jóvenes, que se convirtió en una gozosa fiesta, y a quienes propuso su recordado "síntesis-programa" de los "No" y los "Sí". 

Por la noche se reunió en la Nunciatura con los jueces de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Concluyó así el 3 de marzo de 1983, un día memorable, histórico e inolvidable, en palabras de Arias Madrigal. 

En cada actividad y movilización del Papa le acompañaron multitudes, incluso durante la noche, fuera de la Nunciatura y en sus traslados al aeropuerto para sus visitas a Panamá y a Nicaragua. Muy especialmente el 4 de marzo, a su regreso de Nicaragua, donde huestes sandinistas profanaron la celebración eucarística papal en Managua, ante las que el Papa alzó su valiente voz. Muchos fuimos a la autopista General Cañas y a los alrededores de la Nunciatura, para saludarlo en desagravio a aquella afrenta auspiciada por el gobierno sandinista. 

El domingo 6 de marzo el Papa se despidió de Costa Rica. Dijo entonces: Costa Rica me ha dispensado en estos primeros días de mi viaje apostólico a América Central, una hospitalidad llena de calor, afecto y generosa disponibilidad, , cuyo recuerdo imborrable me llevo conmigo. Los encuentros tenidos me han permitido conocer mejor a este querido pueblo y los profundos valores humanos, morales y religiosos que han construido y sostienen este país. Mi mayor deseo es que estos valores sean conservados y consolidados, porque así se podrá mirar con esperanza y optimismo hacia el futuro. 

Con su invocación a la Virgen de los Ángeles y su bendición, se despidió definitivamente de Costa Rica, partiendo a las 8:46 horas hacia El Salvador. 

A diferencia de las demás naciones centroamericanas, San Juan Pablo II no regresó físicamente a nuestra nación, pero lo hizo espiritualmente, intercediendo para que Dios concediera el milagro de la salud a la costarricense Floribeth Mora Díaz, que en el año 2014 permitió que fuera reconocido como santo. 

La visita de Juan Pablo II a Centroamérica y Haití hay que analizarla en su conjunto, repasando sus mensajes y homilías en todas las naciones visitadas, llenos de luz para nuestro tiempo. Su llamado a la justicia, a la paz y a la reconciliación en esta visita apostólica y en sus posteriores encuentros con las naciones de la región, contribuyó directamente al proceso de paz impulsado poco tiempo después. 

Quienes vivimos la visita del Papa quedamos marcados para siempre y las generaciones actuales están llamadas a valorarla de nuevo. Hoy, cuarenta años después, "el Obispo vestido de blanco" nos vuelve a llamar a la fe, a la paz, a la justicia, a la solidaridad y a la esperanza.