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Arzobispo

Las bienaventuranzas y los valores en la educación

Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano (VIDEO)

Inicia un nuevo curso lectivo y con él la convicción de que el estudio ha de servir para avanzar en nuestro desarrollo humano integral, para hacerse preguntas, para no ser anestesiado por la banalidad, para buscar sentido en la vida. En efecto, la educación no es una plataforma para sí misma, sino que se convierte en un lugar privilegiado para la promoción de la persona.

Por ello, nuestra inquietud siempre será que nuestros niños y jóvenes reciban una propuesta educativa para la vida, no fundamentada en los simples beneficios personales, económicos o ideológicos, sino en los valores fundamentales de la existencia que les conduzcan por el camino de maduración, del desarrollo humano y de la verdadera realización personal.

Casualmente, el domingo anterior, con la propuesta de las bienaventuranzas que constituyen el eje central del Evangelio y de la predicación sobre el Reino de Dios, Jesús nos proponía las actitudes y los valores que debemos fomentar sus discípulos y, aunque para algunos, su mensaje va en contra de la felicidad del ser humano, el Señor encarnando lo que predica, nos muestra que solo se es feliz plenamente viviendo la transformación que produce el amor.

Ante el orgullo y la autosuficiencia de quien tiene cimentada su vida en seguridades materiales, Jesús nos dice Bienaventurados los pobres de espíritu.  Recordemos que Él mismo fue pobre material y espiritualmente hablando. Nació en un establo, no tenía dónde reclinar la cabeza, pero su corazón estaba abierto a la magnanimidad de su Padre; vivió como un carpintero, murió desnudo en la cruz y fue sepultado en sepulcro prestado. No ambicionó nada, no se apegó a nada y su única e imponderable riqueza era el cumplimiento de la voluntad de Dios.

Bienaventurados los que sufren y lloran? Jesús no es un vendedor de humo que promueve una vida blindada contra toda adversidad. Lejos de la distracción, la superficialidad y el adormecimiento de una educación hedonista, el Señor nos llama a sobrellevar con paciencia toda pena y contrariedad, incluso a hacernos solidarios con el sufrimiento de las demás personas, con la certeza que el consuelo nos vendrá del mismo Dios.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia. Él vivió y comunicó  la voluntad de su Padre y nos expresó su anhelo de que los  seres humanos vivan en justicia como hermanos, superando el malestar moral y social que existe en el mundo de hoy, fruto de situaciones injustas habituales en la vida presente. Los creyentes estamos en función de un proyecto superior de bondad y de justicia y nuestra vida debe ser testimonio de la benevolencia y de la justicia misma de Dios.

Bienaventurados los misericordiosos. La vida del Señor fue un despliegue de misericordia, amor y sobre todo perdón. Como él, los misericordiosos son aquellos que tienen el corazón lleno de amor a Él y a los hermanos, un amor concreto que se inclina hacia los últimos, los olvidados, los pobres, hacia quienes necesitan este amor desinteresado. Disponibles totalmente al perdón.

Bienaventurados los limpios de corazón. Cristo dirige al corazón humano una llamada: lo invita a purificarse porque del corazón provienen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias. (cf. Mt 15, 18-20; Mc 7, 20-23). Hay que llenarse de buenos sentimientos y valores.

Bienaventurados los pacíficos Jesús vino a traer la paz a los hombres, Él es nuestra Paz, y es necesario que demos a nuestro modo de pensar, de vivir, de comprender las relaciones sociales internacionales, el sentido evangélico, fraternal, humano, abierto a todas las ilusiones que no sean la violencia o la muerte del hermano con el que no estamos de acuerdo. Este esfuerzo de reeducación requiere que lo custodiemos y alimentemos con continuos propósitos de bondad, comprensión, de tolerancia y de perdón.

Bienaventurados los perseguidos. Jesús fue el primero y por ello solidario con todos y con todas las causas que despojan de dignidad al ser humano. 

Con este breve pero necesario repaso de las Bienaventuranzas invito especialmente a las familias y a los docentes de nuestro país a iluminar a nuestras nuevas generaciones acerca del verdadero sentido de la vida. No importa ir contra corriente, Cristo ha vencido al mundo.