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Arzobispo

Sirvamos a la Verdad

Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano


Al revelar la identidad de Cristo como "Cordero de Dios", el Bautista, a la vez, definía su misión: "El que quita el pecado del mundo" (Cf. Juan 1,29-34). Juan anticipa el sacrificio único y pleno de Cristo y su efecto en nosotros: "¡Cuánto más la sangre de Cristo, que por el Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo sin tacha a Dios, purificará de las obras muertas nuestra conciencia para rendir culto a Dios vivo!" (Hebreos 9,14).

Nosotros, los creyentes, confesamos al Señor Jesús como el único Mediador de la salvación válido para todos: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí"  (Juan 14,6). Esto no significa que despreciemos a los que no piensan igual, ni que seamos soberbios de pensamiento. Como cristianos, nos fiamos plenamente de la verdad que es Cristo. Llamados a ser sus testigos en el mundo.

Con total claridad manifestó Benedicto XVI, "nuestra fe se opone decididamente a la resignación que considera al hombre incapaz de la verdad, como si ésta fuera demasiado grande para él".[1]

Nuestra convicción es calificada, erróneamente, por algunos como mero "dogmatismo", es decir, estamos obcecados en una verdad absoluta, en una idea fija que no admite debates o cuestionamientos. En su lugar, desde diferentes frentes, insisten, que no existe nada definitivo y que debemos negar la verdad única pues lo verdadero o falso depende del momento histórico o cultura a la que nos acerquemos. Por tanto, no existe una única verdad, sino que esta depende de las diferentes perspectivas. Para ellos la Iglesia es ejemplo, y así lo promocionan, de una intransigencia intolerable. 

La Iglesia jamás podrá renunciar al "principio de la verdad y de la coherencia, según el cual no acepta llamar bien al mal y mal al bien"[2].  Pablo VI enseñaba: "No disminuir en nada la doctrina salvadora de Cristo es una forma eminente de caridad hacia las almas. Pero ello ha de ir acompañado siempre con la paciencia y la bondad de la que el Señor mismo ha dado ejemplo en su trato con los hombres. Al venir no para juzgar sino para salvar (cf. Jn 3, 17), Él fue ciertamente intransigente con el mal, pero misericordioso hacia las personas".[3]

Lejos de asumir la Verdad como un dato meramente conceptual e inamovible, nuestra fe en el Señor nos da, de modo permanente y nuevo, criterios de la Verdad que nos permiten distinguir lo verdadero de lo falso y nos ayudan a discernir la validez de su Palabra. Hemos recibido un llamado cuya profundidad maravillosa es continua y dinámica pues el Espíritu Santo nos sigue guiando hasta la verdad completa (cf. Jn 16, 13).

De frente a esa campaña promotora del relativismo, urge recuperar y presentar una vez más el verdadero rostro de la fe cristiana, "que no es simplemente un conjunto de proposiciones que se han de acoger y ratificar con la mente, sino un conocimiento de Cristo vivido personalmente, una memoria viva de sus mandamientos, una verdad que se ha de hacer vida? una palabra no es acogida auténticamente si no se traduce en hechos, si no es puesta en práctica".[4]

Sin un compromiso coherente de vida, nuestra verdad se palidece y hasta se contradice. Como enseña el evangelista Juan, "Dios es Luz, en él no hay tinieblas" (Cf.  I Juan 1,5-7). Quien dice: "Yo le conozco" y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud" (Cf. I Juan 2,4-6).

Que este año que apenas iniciamos sintamos el llamado del Señor a cooperar para que brille siempre la luz de su Verdad y que, a través de nuestro testimonio, los otros descubran la belleza y el sentido de una vida en Dios. Si bien la verdad no se impone, como testigos valientes no debemos tener miedo de gritarla al mundo de hoy, que ha fijado su mirada en lo meramente transitorio.

 


[1] Benedicto XVI, 9 de setiembre del 2007

[2]  Reconciliatio et paenitentia (2 diciembre 1984), 34

[3]  Humanae vitae (25 julio 1968), 29

[4] Veritatis splendor (6 de agosto de 1993), 88