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Arzobispo

Abrir el corazón a la esperanza

(VIDEO) Monseñor José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano


El Adviento, acogido con fe y vivido en el amor, es un tiempo marcado por la esperanza, es un caminar al encuentro de aquel que nos trae la permanente novedad de vida: "Les he dicho todas estas cosas para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea completa"(Juan 15,11).

 

En estos días, mientras miles de ofertas comerciales inundan nuestras calles y medios informativos, y se mantiene la mente ocupada en tantos compromisos, los cristianos estamos llamados a no dejarnos cegar por esas ?alegrías? efímeras y esperar con mirada limpia y gozosa la verdadera alegría que nace de la fe y que promueve siempre la convivencia festiva, por el acontecimiento Cristo.

 

El Adviento es una fuente vivísima de esperanza, es tiempo de gracia que robustece nuestra fe, vigoriza nuestra comunión con Jesucristo y con los hermanos y nos mueve a anunciarlo al mundo como la única verdad que da sentido a la existencia humana y engrandece nuestras vidas: ?El Adviento invita a los creyentes a tomar conciencia de esta verdad y a actuar coherentemente. Resuena como un llamamiento saludable que se repite con el paso de los días, de las semanas, de los meses: Despierta. Recuerda que Dios viene. No ayer, no mañana, sino hoy, ahora.?[1]

 

Como nos recuerda el Papa Francisco, hoy muchos quieren  desterrar la esperanza de nuestro corazón pues ?la mejor manera de dominar y de avanzar sin límites es sembrar la desesperanza y suscitar la desconfianza constante, aun disfrazada detrás de la defensa de algunos valores. Hoy en muchos países se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar. Por diversos caminos se niega a otros el derecho a existir y a opinar, y para ello se acude a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos.?[2]

 

En medio de la crisis económica y social que enfrentamos, propongámonos que este Adviento fortalezca  nuestra lucha permanente, que nos haga imaginar y construir caminos de vida por encima de las dificultades, los fracasos y nuestros propios fallos. 

 

La esperanza que Cristo nos da no es ilusoria. Jesús encarnándose, haciéndose uno de nosotros, asume nuestros sufrimientos, crisis y desánimos,  su presencia y su Palabra no son paliativos, nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón, por eso, Él nos ofrece ?una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino.?[3]

 

Como familia de Dios, estemos cerca de quienes están sufriendo las consecuencias de las inclemencias del clima, y han perdido cuanto materialmente poseían. A las familias que a lo largo del año han sufrido la perdida de seres queridos por la irresponsabilidad en las carreteras, a quienes han hecho esfuerzos heroicos por sacar a sus familias adelante a pesar del alto costo de la vida, a quienes han perdido su trabajo y sobreviven  a duras penas, a los adultos mayores que se están solos, tristes y abandonados de los suyos, incluso, conmueve nuestro corazón, los cientos de venezolanos que deambulan en nuestro país y que no son vistos con la dignidad de personas e hijos de Dios, por nuestros gobiernos de la región centroamericana y más allá.

 

A todos los fieles creyentes les recuerdo que quien tiene esperanza vive de otra manera, pues hay una verdadera certeza en el corazón del ser humano que sabe resistir a pesar de todas las desilusiones, y esta  sólo puede ser aquella que viene de Dios, el Dios que nos ha amado. No olvidemos nunca que ?la esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna?. [4]

 

Deseo a todos un provechoso Adviento vivido como tiempo de espera,  como tiempo para preparar el corazón para la alegría que viene y no defrauda: Cristo, nuestra esperanza.

 

 

 



[1] Benedicto XVI, Inicio de Adviento, 2 de diciembre del 2006

[2] Papa Francisco, Fratelli Tutti, n,15

[3] Benedicto XVI, Spe salvi, introducción.

[4] Papa Francisco, Fratelli Tutti, n,55