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Arzobispo

Testigos de Cristo vivo

(VIDEO) Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano

Feliz Pascua de Resurrección ¡Cristo ha resucitado y vive entre nosotros, Aleluya! La Pascua, es la fiesta más importante del año litúrgico, en ella celebramos a Jesucristo que pasó de la muerte a la vida, misterio central de nuestra fe. La resurrección con su novedad y eficacia, da sentido a nuestra vida y, a la luz de esta verdad fundamental, comprendemos que Jesucristo, y sólo Él, es realmente camino, verdad y vida.

La resurrección no es, solamente, un hecho histórico o una reminiscencia del pasado, antes bien, es la fuerza que marca nuestro presente: Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida ... os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros... Os escribimos esto para que nuestro gozo sea completo (1Jn 1,1-4).

El acontecimiento de la Resurrección de Cristo, lleva a  los discípulos a pasar del miedo, el dolor y la frustración, al gozo y la esperanza. Quienes se encerraban por temor, ahora se lazan a predicar el evangelio por todas partes (Mc 16,15-20), incluso en medio de la dificultad, la privación y la persecución. 

Cristo Resucitado amplía nuestro horizonte de vida. La certeza de la inmortalidad futura y la esperanza en la resurrección prometida proyectan una nueva luz sobre el misterio del sufrimiento y de la muerte, e infunden en el creyente una fuerza extraordinaria para abandonarse al plan de Dios.[1]

¡Cristo vive! y su Resurrección nos compromete más a fondo con el hombre y con la historia instaurando su Reino: Un Reino eterno y universal; el reino de la verdad y de la vida, el reino de la santidad y de la gracia, el reino de la justicia, del amor y de la paz. el reino de la verdad y de la vida, el reino de la santidad y de la gracia, el reino de la justicia, del amor y de la paz.[2]

La buena noticia de la vida en Cristo debe, en primer lugar, resplandecer en nosotros los creyentes, nos exige ser  testigos entusiastas y valientes que puedan gritar a un mundo que, por desgracia, experimenta el sufrimiento, la violencia y el dolor, que la resurrección de Cristo, venció el pecado y la muerte con la fuerza del Amor de Dios y que ese mismo Resucitado nos acompaña en el camino de la vida. 

Seremos verdaderamente y hasta el fondo testigos de Jesús resucitado cuando dejemos trasparentar en nosotros el prodigio de su amor: cuando en nuestras palabras y, aún más, en nuestros gestos, en plena coherencia con el Evangelio, se pueda reconocer la voz y la mano del mismo Jesús.[3]

El tiempo de cuaresma nos permitió prepararnos para la celebración de la Pascua, para poder así manifestarnos en una situación de vida totalmente nueva, donde nos sintamos comprometidos al estilo de los testigos de la Resurección, en llevar mediante la palabra y el testimonio, esta Buena Noticia que transforma todas las realidades, impregnando de esperanza toda realidad humana. La Resurrección es por tanto, acontecimiento que recrea a la humanidad entera, devolviéndole todo lo que había perdido a consecuencia del pecado.

Hoy el Señor resucita la lucha de todos porque al enfermo se le den los cuidados que su dignidad exige, y así no se sienta solo y abandonado. El Señor resucita cuando con generosidad nos acercamos a quien está sumido en la soledad, también toda vez que se lucha por dar respuesta efectiva al desempleo, siempre que se acoge e integra al migrante, de igual forma cuando se hace de la familia una autética iglesia doméstica, en la cual se enseñan y viven los más altos valores cristianos y humanos. En fin, Cristo resucita en cada uno de nosotros y nos hace mensajeros de vida en tiempos de muerte ofreciendo a este mundo nuevos signos de esperanza, trabajando para que aumenten la justicia y la solidaridad.

 



[1] Papa Francisco, Evangelium vitae, n.67

[2] Prefacio de la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo.

[3] Benedicto XVI, 13 de abril del 2010