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Arzobispo

Conversión personal para un cambio comunitario

Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano

 

"En este mundo que corre sin un rumbo común", nos dice el Papa Francisco, "da la impresión de que se está produciendo un verdadero cisma entre el individuo y la comunidad humana". [1]  


Hoy se fomenta una cultura individualista en todos los ámbitos, favoreciendo un estilo de vida que debilita y desnaturaliza los vínculos entre las personas. Lo percibimos a nivel social y familiar y creo, con pesar, que esa visión ha repercutido, también, en el plano religioso y espiritual. 

La vivencia de la fe no puede ser una experiencia individualista, sentimentaloide o intimista que nos lanza fuera del mundo, ajenos a la realidad o lejos unos de  otros. Cristo no nos llama para atrincherarnos, antes bien, nos exhorta a seguir sus pasos. Él nos invita a superar la estrecha lógica del beneficio meramente personal, reconociendo que en el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros: ?En esto reconocerán que sois mis discípulos, en el amor que os tengáis unos a otros? (Jn 13,35). 

Por todo ello, no es de extrañar que, para esta Cuaresma, el Papa Francisco introdujera su mensaje enfatizando que este "es un tiempo favorable para la renovación personal y comunitaria".[2]

Fue, ciertamente, alentador contemplar nuestros templos abarrotados en las celebraciones del miércoles de ceniza, inicio de la Cuaresma. Ese día, en particular, se nos invitó a una auténtica conversión, en comunión con Dios y caminando con los hermanos, compartiendo las alegrías y esperanzas, las tristezas y angustias[3], anunciando la salvación en Cristo y promoviendo la paz y la unidad.

Una renovación personal, es decir, una auténtica conversión del corazón, exige un nuevo modo de vivir y no simples cambios superficiales en nuestro actuar. Es un empeño renovado por alcanzar la santidad: "nosotros, con el rostro descubierto, reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu".  (II Corintios 3, 18) 

Quien se ha convertido hace participes a los otros del amor de Dios. Ha escuchado su voz y ha recibido su luz, y no puede retener este don para sí: "igual que en la liturgia pascual la luz del cirio enciende otras muchas velas" La fe se transmite, por así decirlo, por contacto, de persona a persona, como una llama enciende otra llama"[4] , y esa luz crece para iluminarlo todo, se materializa en un "nosotros" comunitario que hace que reaccionemos, como un todo, desde otra óptica. Un mundo fraterno, en donde la justicia, el amor fraterno y la paz sean posibles, será la muestra irrefutable de corazones verdaderamente convertidos al Señor.

Vivimos esta cuaresma en circunstancias particulares. Aún estamos en tiempos de pandemia, enfrentamos, en un contexto electoral, grandes retos para la estabilidad social y económica del país, y en el mundo reaparece la irracionalidad de la guerra.  Es en estos escenarios donde debemos hacer presente a Cristo con nuestra actitud de discípulos. 

En este tiempo de conversión, apoyándonos en la gracia de Dios y en la comunión de la Iglesia, no nos cansemos de sembrar el bien. La esperanza de un mundo mejor depende de mi propio compromiso ante la vida y la mejor forma de enseñar a los demás lo que quieres es mostrándote como ejemplo. 

Pidamos al glorioso Patriarca San José, hombre justo y bueno,  con motivo de su Solemne Fiesta, que interceda ante su Hijo, Prícipe de la paz, para que su regalo de paz seamos capaces de apreciarlo compartiéndolo.

 



[1] Papa Francisco, Fratelli Tutti, n.31

[2] Papa Francisco, Mensaje Cuaresma 2022, introducción. 

[3] Conc. Ecum. Vat. II, Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, n.1

[4] Papa Francisco, Lumen Fidei, n.37