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Arzobispo

Todos sean responsables de todos

Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano


 San Juan Bosco insistía en la necesidad de formar: "buenos cristianos y honrados ciudadanos". Don Bosco asume que ambas dimensiones son convergentes y no antagónicas. Un buen cristiano, siguiendo la enseñanza de Jesús, se involucra en la construcción de una sociedad más fraterna, solidaria y justa; vive de modo auténtico su fe y la lleva a la práctica en los diversos ambientes. 

 

A través de su enseñanza, la Iglesia no promueve una ideología o particulares opciones políticas partidarias, sino que potencia la sensibilidad social que lleva al ciudadano, desde sus valores humanos y cristianos, a comprometer la propia vida por el bien de la comunidad social para alcanzar el desarrollo humano integral y construir un mundo con mayor equidad y solidaridad.

 

En consecuencia, y de frente a la segunda ronda electoral, seguiré aportando algunas consideraciones que precisen distintos conceptos - de uso reiterado en el ámbito político y, a veces, vaciados de contenido- pero que, desde la Doctrina Social de la Iglesia y, por tanto, en la vida del creyente, tienen una singular trascendencia.

 

Primeramente: ¿Qué entendemos por "Bien Común?" Ya en la Rerum novarum o "De las cosas nuevas" considerada la primera encíclica social de la Iglesia, promulgada por el papa León XIII, el 15 de mayo de 1891, se nos enseña que "el Estado debe velar por el bien común como propia misión suya".[1]  Es decir, el Estado es el custodio del Bien Común y busca que todos los ciudadanos puedan situarse en el mismo plano para promover la igualdad de oportunidades y de derechos, sin privilegios ni favoritismos de unos frente a otros. 

 

La actividad política y económica del Estado debe orientarse a la realización permanente de condiciones sociales que permitan a los ciudadanos el desarrollo integral: "El bien común"  consiste en una paz y seguridad de las cuales las familias y cada uno de los individuos puedan disfrutar en el ejercicio de sus derechos, y al mismo tiempo en la mayor abundancia de bienes espirituales y temporales que sea posible  "mediante la concorde colaboración activa de todos los ciudadanos".[2]

 

No es tarea sencilla, por ello, Juan Pablo II pedía a los líderes políticos "la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos sean, verdaderamente, responsables de todos".[3] Y no es fácil alcanzar este ideal si no va acompañado por esfuerzos al servicio de la educación de las personas en la justicia, la solidaridad y el amor a toda persona, como exigencia de fraternidad. Es un cambio de mentalidad respecto a los estilos de vida y a la relación con los recursos y los bienes, así como educar en la atención al prójimo y a sus necesidades legítimas.

 

Costa Rica vive una situacion dramática en la que el desempleo, la pobreza y la desigualdad son obstáculos para la realización de ese anhelado Bien Común.  El contraste es grande, mientras miles pasan hambre, otros viven en la más alta opulencia, personas que carecen de lo necesario y otras que derrochan sin conciencia. Hay privilegios económicos que son ofensivos y destructivos, esto merece atención y respuesta desde la justicia, sin pasar por encima al estado social de derecho.

 

Despejado el horizonte político, y ante dos opciones puntuales, estudiemos el abordaje que ambos hacen sobre este tema en sus enfoques, sus métodos y soluciones pues de esto depende la promoción de niños, jóvenes, mujeres, ancianos y familias que hoy sufren en el olvido. 

 

Tanto a los diputados electos, como a los partidos que continúan en la contienda, han tener siempre presente que la confianza de los ciudadanos en ustedes, debe ser correspondida asumiendo ustedes el compromiso por el Bien Común, especialmente en su dimensión económica y política, busquen los medios para favorecer esta causa. 

 

Que el Señor nos fortalezca a todos en la búsqueda de una Costa Rica más llena de su amor.

 

 



[1] Leon XIII, Rerum novarum, n. 23

[2] Pio XI, Divini Illius Magistri, 1929, n.36

[3] Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 1987, n. 38).