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Iglesia

Dichosos los pobres de espíritu

(VIDEO) Mons. Daniel Blanco, Obispo auxiliar Arquidiócesis de San José

El domingo pasado, Jesús nos recordaba que el mandamiento que está por encima de todos los demás y que sustenta toda la ley y los profetas es el mandamiento del amor e indicaba claramente que amar a Dios y amar al prójimo será el distintivo de quien sea su discípulo.

Este domingo, la liturgia de la Palabra, nos presenta, de modo concreto, cómo se debe vivir este mandamiento del amor.

Tanto la primera lectura del libro de los Reyes como el evangelio de san Marcos presentan a dos mujeres viudas y pobres.  Nos explica el papa emérito que «La condición de viuda, en la antigüedad, constituía de por sí una condición de grave necesidad.  Por ello, en la Biblia, las viudas y los huérfanos son personas que Dios cuida de forma especial:  han perdido el apoyo terreno, pero Dios sigue siendo su Esposo, su Padre» (Angelus, 11.11.2013).

Estas dos mujeres viudas ponen de manifiesto su amor a este Dios que no las abandona y cuando, ante la pérdida de seguridades humanas, ponen su vida y su confianza únicamente en el Señor.

La viuda de la primera lectura, ante el pedido del profeta y confiando absolutamente en Dios y en su promesa de que no le faltaría nada para comer y subsistir, entrega a Elías lo poco que le quedaba para ella y para su hijo y a cambio Dios le concede el milagro de no quedarse sin alimento durante toda la sequía.

Asimismo la viuda del evangelio es también presentada como una mujer que ha puesto su vida y su confianza únicamente en Dios.  Las pocas monedas que da como limosna en el templo, es todo lo que tenía para vivir, pero sabe que Dios es su riqueza y que por tanto nada le podrá faltar, su ofrenda es un gesto enorme de caridad.

Nos dice también el papa Benedicto XVI «en efecto, nuestras viudas de hoy demuestran su fe realizando un gesto de caridad:  una hacia el profeta y la otra dando una limosna.  De este modo demuestran la unidad inseparable entre fe y caridad, así como entre el amor a Dios y el amor al prójimo ?como nos recordaba el Evangelio el domingo pasado?» (Angelus, 11.11.2013).

En contraposición con la confianza absoluta de estas mujeres en Dios, el evangelio de Marcos presenta a los escribas, los cuales son descritos por Jesús como hombres que confían en sus bienes, en sus ropajes, en su posición, en las reverencias que les hacen los demás.  Ellos han dejado de confiar en Dios y han dejado de amarlo.  Ellos, de manera soberbia, han puesto su vida, su seguridad y su confianza en sus propias manos.

Este domingo, la palabra proclamada nos está indicando, con total claridad, lo que significa el mandamiento del amor.  Como las viudas de las lecturas nos enseñan, amar significa confiar únicamente Dios, amarlo sabiendo que la vida depende de ello y poner la totalidad de la vida en sus manos, sabiendo que de Él lo recibimos todo y nada nos falta y por tanto podemos compartir con el hermano nuestra vida, nuestros bienes y el amor con el que Dios hace plena nuestra existencia.

Por eso en el momento en que, como los fariseos y los escribas, comenzamos a confiar en nosotros mismos, poniendo nuestra vida y nuestros intereses en el lugar que sólo le corresponde a Dios, perdemos el rumbo de lo que significa ser discípulo y empezamos a preocuparnos tanto por nosotros mismos que nos olvidamos de Dios y de los hermanos.

Por tanto, pidamos al Señor la virtud de la humildad, para vivir el mandamiento del amor como las viudas que nos presentan la liturgia de este domingo, dándole el lugar que le corresponde a Dios, poniendo toda nuestra vida sus manos y confiando que Él nos dará siempre lo necesario, incluso para compartir con el hermano.