Responsive image

Artículos

Familia: proyecto de Dios

(VIDEO) Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano



Agosto es el mes dedicado a la Familia para reflexionar sobre su misión  insustituible, institución primigenia y núcleo básico de la sociedad y, a la vez, proponer acciones concretas que la fortalezcan como unidad vital de todo el tejido social. 

 

En la actual coyuntura, quisiera recalcar el concepto "institución", dada la obligación de señalar la solidez y confianza que el mismo encierra y disociarlo, en el caso de la familia, del descrédito que socaba a otras instituciones que, descuidando sus funciones y atribuciones, son un peso para sociedad misma. 

 

 Ciertamente, la familia es, en cuanto institución social natural,  un organismo dinámico y complejo en el que la tarea y la participación de sus miembros y las relaciones entre sí, comprometen las condiciones y la calidad de vida de quienes lo integran, pero, por encima de una mera  "categoría" estructural, para descubrir qué es genuinamente la familia y cuál es su misión, debemos  volver a su origen, al designio de Dios para la familia que comienza con la unión del hombre y la mujer: ?Hombre y mujer los creó? (GEN 1,27; MT 19,4). El designio de Dios para la familia comienza con la unión de hombre y mujer, él y ella se complementan, están hechos el uno para el otro y, en su unión natural engendran los hijos.

 

Es esta unión la que el Señor elevó a la dignidad de sacramento, de manera que el matrimonio de dos cristianos no es una convención meramente social, un rito vacío o el mero signo externo de un compromiso. Tampoco, el sacramento es comparable a otros vínculos o sociedades entre personas.  "El matrimonio es una vocación, en cuanto que es una respuesta al llamado específico a vivir el amor conyugal como signo imperfecto del amor entre Cristo y la Iglesia. Por lo tanto, la decisión de casarse y de crear una familia debe ser fruto de un discernimiento vocacional." [1]

 

El amor siempre genera vida. Por eso, el amor conyugal «no se agota dentro de la pareja [...] Los cónyuges, a la vez que se dan entre sí, dan más allá de sí mismos la realidad del hijo, reflejo viviente de su amor, signo permanente de la unidad conyugal y síntesis viva e inseparable del padre y de la madre» [2]

 

Como Iglesia tenemos una tarea siempre pendiente, a saber, proclamar la belleza del matrimonio y la familia." No tiene sentido quedarnos en una denuncia retórica de los males actuales, como si con eso pudiéramos cambiar algo. Tampoco sirve pretender imponer normas por la fuerza de la autoridad. Nos cabe un esfuerzo más responsable y generoso, que consiste en presentar las razones y las motivaciones para optar por el matrimonio y la familia, de manera que las personas estén mejor dispuestas a responder a la gracia que Dios les ofrece." [3]

 

Los hijos tienen derecho a nacer en ese amor pues "el Creador hizo al hombre y a la mujer partícipes de la obra de su creación y, al mismo tiempo, los hizo instrumentos de su amor, confiando a su responsabilidad el futuro de la humanidad a través de la transmisión de la vida humana". [4]Es la familia, proyecto de amor, la que inculca en los hijos los grandes valores: el respeto, el agradecimiento, la responsabilidad, la honradez, la honestidad y, principalmente, el amor pues cuando hay amor hay tolerancia, hay perdón y hay armonía. Queda claro que la familia según el proyecto del Señor nunca dejará de ser actual.

 

La familia es también apreciada como un santuario de la vida, pues en ella se protege la vida en todas sus etapas y hasta su ocaso. Días atrás, celebramos la primera Jornada Mundial por los abuelos y los mayores a fin de expresar la gratitud y la atención hacia estos pilares de la familia que deben ser protegidos por leyes justas, acordes a su entrega generosa a lo largo de su vida y a las necesidades que deben solventar. Ellos merecen de una familia que los consuele, ayude, acompañe y asista.  

 

Pido, especialmente a la Sagrada Familia, que aumente el amor y la fidelidad en todos los matrimonios, especialmente en aquellos que pasan por momentos de sufrimiento o dificultad.  Que pueda fortalecerse la fe en nuestros hogares y crecer en el conocimiento de Jesús. 

 

 

[1] Amoris Laetitie n.72

[2] Idem, n.165

[3] Idem, n. 35

[4] Idem, 81