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Iglesia

«Quiero, queda limpio»

(VIDEO) Mensaje de Mons. Daniel Blanco Méndez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San José.


Este VI Domingo del tiempo ordinario la Palabra de Dios nos sigue presentando a Jesús llevando adelante su ministerio público de anuncio e instauración del Reino en medio de su pueblo.


San Marcos nos narra el episodio de la curación de un leproso. Un momento que se caracteriza por la sencillez de la acción realizada, pero a la vez la profundidad del significado de dicha acción, la cual cambia radicalmente la vida de aquel hombre enfermo. 


Una acción sencilla, que se basa en la fe del hombre enfermo de lepra, que sabe que el solo querer de Cristo puede sanarlo y en la acción sobria de Jesús, que realiza el milagro sin ningún gesto ostentoso o jactancioso. A Dios le basta palpar y decir; gesto y palabra que crea, transforma y sana; y así lo hace Jesús al tocar al leproso con su mano y al decir: «quiero, queda limpio». 


Pero la sencillez de aquel gesto milagroso, va acompañada de una profundidad inmensa y llena de riqueza para la vida de aquel hombre. 


La lectura del libro del Levítico deja en claro lo que significaba estar enfermo de lepra. Esta enfermedad era considerada fruto de algún pecado, por lo que la persona leprosa era considerada impura, perdía la dignidad, era excluida de la vida social, religiosa y familiar, se debía vestir diferente, vivir en un lugar alejado y gritarle al mundo su impureza que la apartaba de todos. 


Por esto, el gesto de Cristo, va más allá de un milagro que le devuelve la salud a un hombre. Este gesto manifiesta, nuevamente, que el Reino de Dios es Cristo mismo, que hace presente en medio de la humanidad el poder de Dios, poder que se manifiesta en el amor y la misericordia por los seres humanos, a los cuales el Señor hace sus hijos y les devuelve la dignidad 

perdida por el pecado. 


Y este gesto milagroso de Cristo nace de la compasión, es decir, de las entrañas de misericordia de Dios por la humanidad, en la acción del Señor de ponerse en nuestro lugar, de ponerse en nuestros zapatos; incluso al final del evangelio, Jesús es quien parece ser leproso, ya que debe estar en un lugar alejado y solitario, y no podía entrar abiertamente a la ciudad. Este es el signo más claro de que el Reino está cerca, es más, de que el Reino ya está en medio de su pueblo. 


Este milagro realizado por Cristo, es anticipo de la, aún más grande, acción milagrosa realizada por Dios en favor de la humanidad: El acontecimiento pascual, el cual trae la auténtica salud, es decir la acción con la cual Dios nos hace sus hijos y la acción con la cual da la salvación a toda la familia humana. 


Este milagro, culmen de la acción salvífica de Cristo, se realiza con el acontecimiento cruento de la cruz, por eso Jesús pide al hombre recién sanado de la lepra que no cuente nada de los sucedido, es lo que los biblistas llaman secreto mesiánico, para que el seguimiento de Cristo no sea suscitado por los gestos extraordinarios, sino por la predicación del Reino y por el compromiso que surge de experimentar la compasión y la misericordia de Dios para quienes ha constituido sus hijos. 


Por eso, esta palabra hoy nos reitera el llamado de los domingos anteriores: colaborar en la construcción del Reino, anunciando la misericordia y la compasión que Dios continuamente nos regala. Este anuncio debe llevarnos a la compasión con el hermano, a ponernos en el lugar de aquellos que están sufriendo, que se sienten excluidos o solos y acogerlos para que nunca olviden la dignidad de la que gozan, la dignidad de hijos de Dios. 


Pablo, en la segunda lectura, nos orienta sobre cómo hacer esto: «no buscar el propio interés, sino el de los demás, para que alcancen la salvación». Que aún en medio de las situaciones difíciles que hemos vivido este último año, nadie deje de experimentar el amor de Dios, gracias a la solidaridad de de quienes somos sus hermanos.