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Iglesia

Iglesia Peregrina: Iglesia de los Santos

(VIDEO) Mensaje Mons. Daniel Francisco Blanco Méndez, obispo auxiliar Arquidiócesis de San José

Al iniciar este mes de noviembre, el año litúrgico nos presenta dos celebraciones que nos permiten meditar en la unidad de la Iglesia, ese atributo que, con el Credo, profesamos cada domingo y cada solemnidad cuando decimos que la Iglesia es Una.

Esta unidad de la Iglesia se experimenta en la comunión que la oración nos permite vivir.  Nosotros, que somos la Iglesia Peregrina, nos unimos a la Iglesia Triunfante, la Iglesia que goza de la plenitud del Cielo, la Iglesia de los Santos.  A ellos en este día veneramos y pedimos su intercesión, además que contemplando a los santos se nos recuerda que el camino de la santidad es la vocación de todos los cristianas.

Asimismo, la Iglesia Peregrina, se une a la Iglesia Purgante, la Iglesia de los hermanos que en este estado de purificación, que llamamos Purgatorio, experimentan la misericordia de Dios que los perfecciona para participar de la vida del Cielo.  El día 2 de noviembre oramos por estos hermanos pidiendo por su eterno descanso.

Esta Iglesia que es Una, se visualiza como tal en la celebración de estos días, donde la Iglesia triunfante, purgante y peregrina, se une en oración pidiendo e intercediendo unos por otros.

Específicamente en esta Solemnidad de Todos los Santos, la Palabra de Dios que se nos regala en este día, nos ayuda a interiorizar en este sentido comunitario de la fiesta.

La Palabra proclamada, nos recuerda que todos hemos sido llamados a participar de la santidad de Dios por medio del acontecimiento pascual de su Hijo Jesucristo.  San Juan en la segunda lectura nos asegura que quienes formamos parte de la comunidad de bautizados no sólo somos hijos, sino que la gloria de Dios se manifestará en cada uno de nosotros, porque seremos semejantes a Él.  La herencia de quienes somos hijos es participar de su misma gloria, de la perfección del cielo.

Esto es gracias, precisamente, al regalo que Cristo ha conseguido con su sacrificio en la cruz.  Cristo que murió y derramó su sangre para salvación de todos.

La primera lectura del libro del Apocalipsis nos lo recuerda, la gran multitud que participa de la bienaventuranza eterna, se ha purificado "ha blanqueado su túnica" en la sangre del Cordero.  La vida eterna es posible por el regalo de la misericordia de Dios que entregó a su Hijo para que tengamos vida y vida en abundancia.

Llegar a esta plenitud de la gloria del cielo, participar de la Iglesia Triunfante, pasa necesariamente, por el tránsito en esta Iglesia Peregrina en la que estamos todos nosotros.  Este tránsito es el camino y la vocación a la que Dios nos invita:  la vocación a la santidad.  Es un llamado, una invitación de Dios, ya que él no nos obliga a llegar a la meta, sino que misericordiosamente nos da la salvación como un regalo y amorosamente nos da la libertad de aceptar o no este regalo.

Para quien decide aceptar este regalo, Jesucristo propone un camino hacia la santidad.  El evangelio de Mato nos presenta el inicio del Sermón de la Montaña, que en el itinerario de las bienaventuranzas, nos vuelve a recordar la íntima unidad de la Iglesia.

Jesús dice que son bienaventurados los que sufren, los que lloran, los que tienen hambre, porque ellos hallarán consuelo en Dios.  Dios que hace manifiesta su misericordia en los hermanos, gracias a los signos concretos que en la vida comunitaria existen para estar cerca de los que sufren, por eso también dice dichosos los misericordiosos y los que trabajan por la paz, porque aquellos que hacen experiencia de la misericordia, deben responder siendo misericordiosos con el hermano, es la vivencia comunitaria del amor, la vivencia comunitaria de la misericordia y por tanto la vivencia comunitaria de la santidad:  compartir con el hermano la ternura que Dios ha tenido con cada uno.  Y este camino de imitación de Cristo en la vivencia del amor, cuando se vive radicalmente, encontrará desaprobación y persecución; por eso Jesús promete que aquel que pasa por la tribulación se hace heredero del Reino.

El camino a la santidad, por tanto, se vive en la unidad de la comunidad eclesial, nunca se alcanza la santidad viviendo de forma individualista, cada acto de fe, cada oración, cada acción y cada gesto debe llevarnos a encontrarnos con Dios, a encontrarnos con el hermano y a colaborar en el camino de santidad de la comunidad y por tanto de toda la Iglesia.

La celebración de Todos los Santos, nos hace volver la mirada a tantos ?canonizados y no canonizados? que han sabido responder a este llamado del Señor y que hoy no solamente veneramos y recordamos, sino que pedimos su intercesión para que la gracia de Dios nos ayude a imitarlos para que crezca la santidad en todos miembros de la Iglesia y un día toda la comunidad eclesial se encuentre en la Gloria del Cielo.