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El país merece un diálogo social transparente

Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano


Como si fuera poco, a la gran preocupación por las graves consecuencias de la pandemia del COVID19 en nuestro país, en particular, por la muerte de contagiados y el inmenso dolor que experimentan sus familias, la eventual saturación de los servicios hospitalarios, la creciente tasa de desempleo y el oscuro panorama económico que enfrentamos, debemos sumar la profunda fragmentación que aumenta las fracturas sociales y requieren de un serio proceso de sanación.

No es el momento de dinamitar puentes, ni de atrincherarse en ideologías, tampoco de abonar al recurso de la descalificación mutua que, hasta hoy, sólo ha servido para bloquear medios y relegar iniciativas que podrían favorecer la paz y la justicia social.

Cuando las circunstancias desafían la convivencia armónica, y hasta nuestro  Estado de derecho, es necesario que la totalidad de los actores, por encima de los enfrentamientos mezquinos o los cálculos políticos o electoralistas, mediante el diálogo nacional, responsable, sincero y transparente, diseñen medidas que se encaminen a enfrentar la crítica situacion que nos aflige teniendo como meta la búsqueda del bien común.

Por ello, como expresamos los obispos, al final de nuestra reciente Asamblea Ordinaria: "Se hace necesaria, pues, la apertura extraordinaria de una "mesa de concertación" dispuesta a dialogar y confrontar posibles soluciones". En esto deben estar matriculados todos los poderes de la República, todos los sectores de la vida política y social nacional, pues, mientras el país experimenta una crisis generalizada que afecta la salud, la educación, el trabajo, la economía y la institucionalidad, algunos se aferran a la lógica irracional del enfrentamiento que sólo genera más caos e incertidumbre.

No podemos ignorar que, en estos últimos tiempos, los costarricenses demostramos tener poca capacidad para unir esfuerzos en torno a un proyecto común, excepto por la agilidad en la aprobación de determinadas agendas políticas al interno de la Asamblea Legislativa. 

Si queremos construir, cultivemos la "cultura del encuentro" como promotora del diálogo para una paz fundada en la justicia. Debemos superar las políticas centradas en la contingencia y la imposición de lecturas parciales de la realidad, pues, como recordaba mi predecesor, Monseñor Hugo Barrantes, en su homilía del 2 de agosto de 2005: "Existen varias Costa Rica. Una, impenetrable, de grandes mansiones y lujo, de personas que viven casi como en otro mundo. Otra, la de gente sencilla, accesible, con raíz y estirpe campesina, gente pobre pero dispuesta siempre a colaborar. Hay aún otra Costa Rica, la que vive en precarios, en cuevas, hacinada, sumida en la extrema pobreza, excluida de los bienes y servicios que el país ha logrado; esta es la Costa Rica desconocida; es la OTRA COSTA RICA".

Aunque muchos y diversos actores estén dispuestos a ese diálogo constructivo, el Gobierno de la República debe dar señales claras de escucha, reflexión y pasos efectivos a partir de una agenda consensuada y un itinerario social que, con visión de país, se encamine a hacer frente a estos grandes y legítimos temas de fondo en aras del bien común. Creo que hay compatriotas con mucho conocimiento, capacidad y visión, que estarían dispuestos a colaborar en el diseño del camino que a recorrer.

Sí, el diálogo es posible, pero quienes participen deben comprometerse a asumir el desafío ético y cívico de promover, a toda costa, el Estado de derecho en el cual es soberana la ley y no la voluntad arbitraria de los hombres, pues la convivencia cívica debe orientarse por los valores de la justicia, la verdad y la fraternidad ciudadana.

Como enseña el papa Francisco, para avanzar en la construcción de una unidad cívica y social, se "necesita y reclama auténticos artesanos que sepan armonizar las diferencias"[1].

Pido al Señor que anime las voluntades para que se deponga toda actitud egoísta y se honre el diálogo para suscitar medidas sustantivas que eviten un estallido social en este pueblo, tradicionalmente amante de la paz.

 

 



[1] Papa Francisco en la Araucanía, del 17 de enero de 2018