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Homilía Mons. José Rafael Quirós.

La homilía de Mons. José Rafael Quirós n el marco de la apertura de la puerta Santa en la Arquidiócesis de San José.

Estimado Monseñor Daniel Blanco, Obispo Auxiliar de San José, Su Excelencia Monseñor Bruno Musaró, Nuncio Apostólico de Su Santidad, Venerable Cabildo Metropolitano, sacerdotes, miembros de la vida consagarada, seminaristas, hermanos todos en el Señor aquí presentes, y quienes siguen la transmisión de Radio Fides y San José, Tv. 

 

Hemos participado del recorrido desde la iglesia del Carmen hasta aquí, para abrir la Puerta Santa, y pasar al interior de la Catedral. Sin duda algo sumamente sencillo, pero, de un alto contenido espiritual, por cuanto, somos el pueblo peregrino que busca entrar por la única Puerta, Jesucristo, por la que se accede a la presencia de nuestro Padre del cielo Desde ya estamos llamados a aprovechar tanta bondad de Dios, que no desampara a sus hijos, sino que siempre está atento para tender la mano a todos, para que ninguno llegue a perderse sino que, todos tomemos parte de la plena luz y paz en su presencia amorosa. 

 

¡Puertas, ábranse de par en par; agrándense, portones eternos, porque va a entrar el rey de la gloria!De esta forma se exclamó para abrir la Puerta Santa, en efecto, a quien es la Puerta por excelencia no se le niega la entrada, porque más bien es él quien nos invita a entrar, para que podamos disfrutar de la alegría plena al contemplar que ?la gloria del Señor alborea sobre ti.? (Is. 60, 1). Era en Jerusalén donde consideraba el antiguo Israel que se manifestaba la gloria de Dios, específicamente en el Templo donde se depositaron las tablas de la Ley. Con inmenso gozo hoy nosotros como la Iglesia del Señor, proclamamos que es en el Señor Resucitado donde contemplamos al mismo Dios, es en la Iglesia, signo de la Jerusalén del cielo donde el Señor hace ver su luz.

 

Jesucristo es el Rey de la gloria, y por tanto el Señor de nuestra historia, este es el Mensaje que debemos llevar a toda persona sin temor alguno, anuncio que se convierte en una invitación a ponerse en camino de luz, dejando de lado las tinieblas del error, la ignorancia y la intoxicación del mundo de hoy tan lleno de materialismo, superficialidad e inmediatismo. Esto trae como consecuencia que hoy muchos elaboran y viven un humanismo sin Dios, sometidos al vaivén de las ideologías que colocan las cosas y seres inferiores por encima del hombre creado a imagen y semejanza Dios. 

 

Es urgente cuestionar a muchos hoy como lo hizo san Pablo ?¿No saben acaso ustedes que son el templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?? Nuestra dignidad no se puede cambiar por cualquier cosa, toda persona por ser templo vivo del Señor se coloca por encima de toda realidad temporal y material. El mundo de hoy necesita se le anuncie esta verdad, para no dejarse vencer por quienes inventan, códigos de vida personal o social lejos del plan eterno de Dios.

 

Es el Espíritu que hace nuevas todas las cosas, por lo que durante este Año de gracia que nos regala el Señor, hemos de manifestar nuestra disponibilidad para que Él. rico en misericordia realice obras maravillosas en nosotros, y de esa manera podamos vivirlo intensamente. No podemos olvidar que el motivo de este Año es fijar nuestra mirada en Nuestro Salvador, quien nos ha permitido escribir una historia que, en medio de vicisitudes, ha visibilizado esa presencia de Dios.  

 

No podemos olvidar que ?La vida es una peregrinación y el ser humano un viator, un peregrino que recorre su camino hasta alcanzar la meta anhelada.? (Francisco, M. Vultus, n. 14). Al celebrar este centenario de la erección de la Provincia Eclesiástica,  hemos de mirar con gratitud lo que ha sido el pasado, para poder valorar el presente y proyectarnos hacia el futuro, mediante una entrega constante al plan de Dios, que ?no quiere que ninguno se pierda?. De ninguna manera podemos excusarnos del compromiso que toca a todos y cada uno de ser portadores  de la Verdad, mediante un testimonio de vida que refleje convicciones sinceras. 

 

Y hacerlo, conforme a la voluntad del mismo Señor, ?que sean uno, como nosotros.? (Jn. 17, 11). Es en comunión y desde la comunión que podremos llevar adelante la misión que nos toca en este momento concreto de la historia, no podemos pretender repetir lo que nuestros antepasados  realizaron, porque ellos respondieron a los desafíos de esa época, hoy nos toca a nosotros responder ante nuestra propia realidad para transformarla. 

 

De ahí que al recordar lo que sucedió 16 de febrero de 1921 cuando Su Santidad Benedicto XV mediante la Bula Praedecessorum, creaba la Arquidiócesis de San José, la diócesis de Alajuela y el Vicariato Apostólico de Limón, hemos de ver no solamente un hecho histórico, sino la benevolencia del Señor hacia todos nosotros, pues, somos herederos de la ingente labor realizada por nuestros antepasados en la fe, tanto clérigos como laicos. 

 

Cómo no tener presente en este momento, al primer arzobispo Mons. Rafael Otón Castro Jiménez, quien recibió la ordenación episcopal a los 44 años de edad y apacentó esta arquidiócesis de 1921 a 1939,  fueron 18 años de fecunda vida pastoral. A Mons. Víctor Sanabria Martínez, con tan solo 41 años de edad, es nombrado segundo arzobispo el 7 de marzo de 1940 y toma posesión el 28 de abril de ese mismo año. Quien después de un fecundo episcopado muere el 8 de junio de 1952, en la Solemnidad de la Santísima Trinidad, ese día por la mañana había celebrado la Santísima Eucaristía y administrado el sacramento de la Confirmación. Fueron 12 años en esta Arquidiócesis. 

 

El tercer arzobispo Monseñor Rubén Odio Herrera, el 12 de diciembre de 1952 fue su ordenación y toma de posesión. Muere de manera repentina el 21 de agosto de 1959. Como cuarto arzobispo, fue nombrado  Monseñor Carlos Humberto Rodríguez Quirós, ordenado obispo el 26 de mayo de 1960 en la Catedral y toma posesión el 29 del mismo mes. Por problemas graves de salud es relevado de sus obligaciones ministeriales el 20 de marzo de 1978 y muere el 23 de julio de 1986.

 

También el Señor regaló a la Arquidiócesis el ejercicio episcopal, como Obispo Auxiliar de San José, a Mons. Ignacio Trejos Picado entre 1968 y 1974.

 

Monseñor Enrique Bolaños Quesada fue nombrado como Administrador Apostólico Sede plena, hasta el nombramiento de Monseñor Román Arrieta Villalobos, quien tomó posesión en la Basílica de Los Ángeles, el 2 de agosto de 1979, finalizando su episcopado el 13 de julio del 2002, con 23 años de episcopado en la Arquidiócesis. 

 

Gozamos del servicio episcopal de Monseñor Antonio Troyo Calderón, como obispo auxiliar, durante todo el episcopado de Mons. Román. 

 

Y mi querido antecesor Monseñor Hugo Barrantes Ureña, tomó posesión de la Sede Arquidiocesana el 18 de octubre de 2002 y su renuncia fue aceptada el 4 de julio de 2013.

 

La presencia y entrega de estos sucesores de los apóstoles en la Arquidiócesis ha permitido que hoy podamos manifestar con verdadera alegría, ?El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres? El arraigo de la piedad popular en el corazón de nuestros fieles, que ha llevado a tener especial aprecio por la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, al que fue consagrado el país por Monseñor Otón Castro, su imagen en el Alto Ochomogo, la práctica de los primeros viernes, nos hablan del empeño de estos pastores en hacer sentir cercano el amor misericordioso del Señor. Con la misma entrega infundieron un especialísimo amor a la Santísima Virgen María en sus distintas advocaciones, e incentivaron el rezo del santo Rosario que unió tanto a la familia y fortaleció la espiritualidad de las comunidades. La Cruz de Alajuelita colocada ahí también por Monseñor Castro, en recuerdo de los 1900 años de la Redención, nos habla de la centralidad de la Cruz en nuestra espiritualidad.

 

Gracias a su celo pastoral, es que hoy tenemos la enseñanza católica en los centros públicos, a pesar de los intentos que se dieron en tiempos de Monseñor Rubén Odio, quien luchó por la educación cristiana y tuvo dificultades con el gobierno de turno y la prensa. La educación técnica que tenemos en el país es gracias a la Iglesia y sus pastores. De manera  que no podemos estar ausentes de la educación, por lo que de manera especial invito a todos a fortalecer la pastoral educativa, ir ahí donde están las jóvenes generaciones tan necesitadas de la luz de la verdad. Este Año Jubilar ha de servirnos, para renovar nuestro compromiso con esta tarea.

 

El ardor en la evangelización, lo descubrimos en cada uno de los arzobispos, sacerdotes y laicos comprometidos, según el momento que les tocó vivir, impulsando la catequesis, la pastoral social, la vida litúrgica, la espiritualidad laical mediante los ejercicios espirituales, cofradías, entre otros. La formación de los trabajadores y su organización, la celebración del 1 de mayo en la plazoleta La Soledad en su momento, la presencia en el mundo sindical, la lucha por las garantías sociales, y por una sociedad más justa y solidaria, traducido esto último especialmente en la Caja Costarricense de Seguro Social. 

 

Sin dejar de lado, la promoción de las vocaciones sacerdotales, a la vida religiosa, la formación sacerdotal no solo en nuestro seminario, sino la especialización del clérigos en el extranjero, fue preocupación de los arzobispos. 

 

Los cinco sínodos y la organización de las estructuras diocesanas nos llevan a pensar que, es en la comunión, en hacer camino juntos  como se puede continuar avanzando hacia una concepción de Iglesia en salida, desinstalada y que va al encuentro de aquellos que más lo necesitan. Atrás debe quedar la concepción del quehacer pastoral detrás de un escritorio esperando a que lleguen los quieran llegar. Miremos al mismo Jesús que iba de pueblo en pueblo, y de ciudad en ciudad proclamando la Noticia del Reino. 

 

Hemos de seguir fielmente el plan pastoral que nos propone el mismo Señor, tal cual lo enunciaba Monseñor Víctor Sanabria en la Carta Pastoral de la toma de posesión, ?Jesucristo, nuestro divino Salvador, en los principios mismos de la Iglesia, señaló al episcopado católico el derrotero que ha de seguir en su acción apostólica. Buscar primero el reino de Dios y su justicia (Mt. 6, 33), evangelizar a los pobres, predicar a las gentes y enseñarles los mandamientos divinos, comunicar al mundo la doctrina del Padre y santificar a los hombres en la verdad (Jn. 17, 14-17).?

 

Con nuestras actitudes y palabras, ojalá que podamos permear las estructuras sociales, para que se cumpla lo que enseñaba el Papa Francisco cuando manifestó: ?El jubileo bíblico era un verdadero jubileo de la misericordia, que tenía la función de ayudar al pueblo a vivir una fraternidad concreta buscando, a través de la ayuda recíproca, el bien del hermano necesitado. Otras instituciones, como el pago del diezmo y las primicias, así como la prohibición de dar préstamos con intereses desproporcionados, estaban también destinadas a favorecer a los pobres, a los huérfanos y a las viudas?. Ante las cifras de desempleo que son escandalosas, la pobreza y la pobreza extrema, este Jubileo ha de llevarnos como sociedad, a cambios fundamentales en la economía y la política. 

 

El Señor que actúa directamente en nuestros corazones, nos invita a progresar en nuestra vida espiritual, luchando contra el pecado, de ahí la oportunidad de que por la confesión, el rezo de la profesión de fe, la oración por las intenciones del Romano Pontífice poser así ganar la indulgencia plenaria. ?Indulgencia es experimentar la santidad de la Iglesia que participa a todos de los beneficios de la redención de Cristo, porque el perdón es extendido hasta las extremas consecuencias a la cual llega el amor de Dios. Vivamos intensamente el Jubileo pidiendo al Padre el perdón de los pecados y la dispensación de su indulgencia misericordiosa.? (M. V. 22).?  La Catedral es el único centro de peregrinación, como iglesia madre que acoge y alimenta a todos sus hijos.  

 

Se peregrina hacia la casa de todos, con la certeza que la puerta está abierta, esa puerta que representa a Cristo que es la puerta por excelencia por donde entramos al aprisco, formamos parte de su Rebaño que es la Iglesia, y por su misericordia es que aspiramos a llegar a la Jerusalén del cielo. Entendemos, que cruzar la puerta no tiene ningún sentido mágico, sino que expresa la bondad misma del Señor que acoge al pecador. Su disposición a derrochar misericordia sobre nosotros, es total. Por lo que corresponde a la Iglesia hoy más que nunca, manifestarse y ser Madre de Misericordia, anunciando alegremente la misericordia de Dios, que es el corazón palpitante del Evangelio. 

 

Con qué alegría también, hemos de encaminarnos y acercarnos a la puerta del perdón, en el sacramento de la penitencia. En la persona del confesor, veamos al Señor que con ternura nos dice, tus pecados están perdonados, vete y no peques más. Tenemos plena conciencia que el perdón como regalo procede directamente del Señor, pero, él ha querido hacerlo llegar hasta nosotros por medio de sus ministros. Durante este Año Jubilar, podremos renovar el aprecio y valor del sacramento, aprovechando esta acción misericordiosa instituida por el mismo Señor, cuando les dijo a sus discípulos, ?a quienes les perdonen los pecados les quedan perdonados, y a quienes se los retengáis les quedan retenidos.? (Jn. 20, 23).

 

Continuemos viviendo la alegría de este encuentro con Cristo hoy en la Eucaristía y seamos portadores de este gozo comunicándolo a los demás, la alegría de poder recibirle en la Santísima Eucaristía, y asumir compromisos concretos de fraternidad y fidelidad a su amor.